viernes, 16 de octubre de 2009

NARRACIÓN: SI HE DE VIVIR QUE SEA SIN TIMÓN Y EN EL DELIRIO...




"Para qué me preguntas.



Todos moriremos


Eso no me ayuda.


No, realmente no".


Gunnard Ekelof




Estuve esa noche en la estación Mapocho cuando Cristián Warnken entrevistó a Roberto Bolaño. Y esos versos de Mario Santiago me cambiaron la vida. El eco de esos versos se quedaron para siempre en mi memoria, el estremecimiento que tuve fue inmediato y quedé meditando mucho rato, hasta el punto de abstraerme completamente, mi concentración por lo que decía Bolaño se perdió por largos minutos, hasta que las risas del público, me enchufaron nuevamente en la entrevista.


De Bolaño conocía muy poco, pero el boom que provocó su novela Los Detectives Salvajes, me hizo viajar hasta Santiago a la feria del libro de 1998, teniendo noticias de que Bolaño iba a estar alli después de varios años sin retornar a Chile. Al terminar la entrevista , fui a conocer a Bolaño, estaba en unos de los pasillos con mucha gente, charlando y firmando sus libros. Como tenía algo de dinero, un día antes compré Los Detectives. Me acerque a intercambiar unas palabras con él. Le dije Don Roberto, me dijo, eh muchacho sácame el Don, que parecemos de la misma edad, soltó una sonrisa irónica, y me estrechó la mano, le dije si yo apenas tengo 20 años, me dijo es una buena edad para suicidarse, lo malo que suicidarse a los 20 años es una mierda y el espíritu queda como para irse por los desagues. Y soltó una carcajada más fuerte, y yo también. Le pregunté si los versos esos de Mario Santiago, retrataron su vida completamente. Me dijo, hombre claro, Mario fue un hombre errante que estuvo al filo de todo, con un pie afuera y otro adentro, lo que no me explico por qué murió tan joven, no lo merecía. Le dije la muerte nunca es merecida cuando se ha vivido sin timón y en el delirio, porque dentro de todo eso siempre hay una esperanza y una satisfacción de haber vivido como se quiso, con sus pros y sus contras. Me dijo, mira que reflexiones tienes y apenas con 20 años, no te suicides, me dijo, no te suicides. Se rió nuevamente, y le pedí si podría firmar mi libro, y con mucha vergüenza, le dije si podría darme su email, y me dijo en voz baja, mi email no te lo puedo dar, pero sí mi dirección en Blanes. Le dije, sería mucho mejor, y muchas gracias. Me despedí estrechando su mano, y dejando anotado su dirección en la primera página de Los Detectives. Desde ahí supe, que los versos de Mario Santiago, y la conversación con Bolaño me iban a cambiar la vida. Después de estar en Santiago algunos días hasta que terminará la feria del libro, retorné al norte al pueblo donde vivía. Ya en ese entonces escribía algunos poemas, muy sencillos y malísimos, y comencé a leer a Lautremont, a Verlaine, a Baudelaire, y sobretodo a Rimbaud, influenciado por Bolaño, al decir que ellos eran el camino de la poesía, que Rimbaud era el camino, y también atraído por ese extásis que se podría sentir al llevar una vida rebelde y bohemia, pero ese extásis nunca lo sentí, o nunca dejé que me quemará, a lo mucho sentí ese extásis cuando hacia el amor, pero ese extásis era distinto, era carnal, apasionado, fugaz e impuro cuando estaba con mi novia, puro y legítimo cuando estaba con una puta. En ese sentido fui una mierda y lo sigo siendo. Necesite de la poesía cuando estaba vacío y solo, necesite sexo para vacíar la poesía, y para las dos cosas necesité un cigarrillo. Siempre cuando escribía estaba fumando, después de tener sexo lo mismo. El cigarro me consumió, la poesía no, sólo me ayudo a cristalizar mis emociones de forma verbal, y para sentirme en la escritura de una manera verdadera, lo que en el día a día no se daba. Las cosas en mi familia comenzarón a empeorar, mis padres se peleaban todo el día, me criticaban por el poco dinero que aportaba a la casa, y por verme que tenía aficiones a la poesía, y que más encima me desempeñaba en un trabajo de mierda. Así que todo esto me hastío, y decidí irme a vivir solo, tomé un poco de ropa, unos libros y cuadernos para escribir, y me fui. Y esa acción me liberó de muchas cosas y lo pase mal, muy mal. Durante un par de días dormí en plazas, en la playa, en la calle, felizmente nunca me pasó nada, salí intacto de mi casa, y llegue intacto a la pensión donde estoy ahora. Vivo en cuarto muy pequeño, con un baño aún más pequeño, pero lo bueno que la pieza tiene una mesa donde poder escribir, y está arrumado de libros y objetos personales. Con mi familia no he tenido contacto alguno desde que salí de casa, y es mejor así, ya sabrán noticias mías. Llego cada día al cuarto después del trabajo por las tardes, y me quedo allí escribiendo y fumando hasta la madrugada, me alimento muy poco y me ha crecido barba. En las noches alucino, escribo el verdadero sufrimiento que siento, como si una voz me zumbará el cerebro, y siento personas rondando a mi lado, y trato de conversar con ellas, pero sus sombras permanecen inmóviles y pegadas al piso como un canto de espadas soberanas, y me rió y lloró al mismo tiempo y esas sombras me acompañan hasta la madrugada, cuando escribo o me masturbo, pero que carajos hago, me digo. Sé que el final está cerca, que la dimensión del Yo verdadero me aguarda y para estar allí, sólo me falta tomar la última decisión. Mi amigo Eusebio me ha dicho, que vendrán en estos días nuestros amigos poetas del extranjero, y que vamos a participar en actividades literarias. Le digo, que cuente conmigo para lo que sea. Y al despedirme le digo, sé que me queda muy poco tiempo, por las noches fumo bastante y siento dolores en el pecho y en los pulmones, deja de fumar entonces, hueón, deja de fumar, me dice, o quieres morir joven e irte por los desagues como una rata. No lo sé, mi destino va a ser el que yo elija, le digo, tomé la vida como un instrumento, y yo veré cuando deje de tocar ese instrumento, aunque su música haya sido una mierda.


De qué vale vivir tanto, y pasarla mal, hay que morir joven sin ataduras y sin cargos de consciencia. No lo sé, me dice, allá tú con tus estúpidas ideas de morirte joven. ¿Acaso no quieres ser poeta y ganarte un espacio? Sí lo he sido, le digo, anda hueón sólo has escrito unos cuantos putos poemas y te crees poeta. Sácate esas ideas de la cabeza, sácatelas, me dice. Y le respondó “si he de morir que sea con timón y en el delirio”, me dice, ya Ramón déjate de payasadas. Y llega el día en que los amigos poetas aparecen por el pueblo, los voy a saludar y a recibir, son un hombre y una mujer, son buenos escritores ambos, jóvenes, y muy trabajadores. En el grupo somos cuatro, Eusebio, los poetas y yo. Fuimos a beber a un bar para celebrar su llegada. Converso con la muchacha sobre poesía y sobre las actividades que vendrán, y mi celular suena, son como las nueve de la noche, contesto y me dicen muy fríamente que mi sobrino ha muerto en un atropello al salir de la escuelita. Se me cae el celular, la muchacha ve mi rostro de angustia, y me desmayo lentamente, y ella alcanza a tomarme en sus brazos, y mis ojos se apagan, y sólo alcanzo a escuchar su voz diciéndome “Ramón, Ramón...”. Y en el delirio se me aparecen imágenes inconexas y abstractas de mi infancia, del valle donde solía caminar y apreciar el atardecer, de la higuera cubierta de frutos donde iba a encaramarme, de la noche en que fumé mi primer cigarrillo y me desvirge con una puta ecuatoriana, y de imágenes cuando escribía mis poemas, y veía las sombras de mi cuarto que ahora sí me responden:”tu vida fue una verdad desconocida, tu poesía fue una verdad desconocida, y todo valió un carajo, no te recuperarás, pasarás a la dimensión que tanto deseaste y serás uno de nosotros, y escribiré tu último poema con tu sangre, y ese poema será tu única verdad definitiva, que respiras y dejas de respirar, por un camino que no fue el tuyo, por un demonio que te acompañó y que ahora en este cuarto te tiende la mano y te da las señales de tu próximo paso, las señales de un delirio sin salida, pero muy pleno y satisfactorio en tu amarga despedida. Y esa herida erecta en tu carne, te la dejó una muchacha compasiva y desconocida, que temió por su vida y por su poesía.


Ahora en algun rincón del infinito, veo mi lápida, con el último poema escrito con mi sangre, con los versos póstumos de un poeta póstumo “si he de vivir que sea sin timón y en el delirio”.


El cementerio está vacío, y las flores traídas desde la otra dimensión están marchitas, mis manos tiemblan junto a mi tumba, y no me reconozco en este sitio, una sombra llega a mi lado y se pone a llorar lágrimas de sangre, es mi sobrino que viene a verme por un última vez y regresamos al portal tomados de la mano.
 
Por Rodrigo Rojas Terán

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